Debo confesar que nunca pensé en parir. Aunque mi madre nos parió a los cuatro, incluso al último (momentos después del parto fue operada para cortar sus trompas de falopio, con cirugía laparoscópica), sencillamente no me imaginaba a mi misma pariendo.
Probablemente influyeron muchísimo en mí, las imágenes de partos que vi de niña en cine y televisión: Mucha sangre, gritos de dolor y desesperación, llanto. Que va, yo no estoy preparada para eso, me dije. Para mí era una de esas cosas en las que una no se detiene a pensar. Claro que anhelaba mis hijos. Deseaba ser madre desde que tengo uso de razón. Pero prefería mil veces pensar en cigueñas que llegan de París.
La clave es esa: Información, desinformación en mi caso. Pienso que si se nos educa desde niñas para el parto, se nos dice que si podemos, que estamos equipadas para eso, tanto psicológica como fisiológicamente, que un paso más que nos lleva a ser mujeres, igual que graduarse, casarse, trabajar.
Llegado mi momento, me tocó una obstetra que posponía el tema cada vez que yo le preguntaba sobre el parto. Fallamos las dos: Ella por temor a hablarme de algo que tal vez no ocurriría (embarazo de alto riesgo, no quería crear falsas expectativas), y yo por quedarme así y no buscar información en otra fuente certificada.
El gran día llegó y con él caí en cuenta que no sabía nada de partos, ni de cesárea. La nena hizo piruetas hasta enrollarse en una doble circular de cordón al cuello. Además, era la semana 40, y nada de nada! La decisión de la Dra., fue la habitual en estos días. Operemos! Reconozco que no dije nada. NO peleé, no me defendí, me dejé llevar. Ella me explico muy amablemente la anatomía e implicaciones de una cesárea, sin dejarme mucho que decir.
Confieso también que entré feliz al quirófano. "Colaboré" muchísimo con la anestesiólogo. Sonreí durante todo el procedimiento, que la Dra. iba narrando para mí. Esperaba con ansias a mi pequeña. Me concentré y le envié todo mi amor a mi hija. Por dentro, le pedí perdón por las incomodidades de venir al mundo de esa forma, y lloré. En ese mismo momento supe que no había hecho lo correcto. Que debí luchar por mi parto.
Cuando todo terminó, tuve que lidiar con una institución hospitalaria donde no se respeta el apego, ni el vínculo mamá-bebés. Donde no se respeta la lactancia, donde le dieron a mi hija una solución glucosada como primera comida de este mundo, y donde continuaron alimentándola con tetero (mamila), mientras estuvimos "presas" ahí. Lo que siguió fué mucho peor. Mi hija se contaminó en quirófano con una bacteria (pseudomona aeruginosa) mortal para neonatos. Pasó su primer mes de vida, sin dormir más de tres horas al día, pegada en la teta de mamá todo el día, buscando consuelo y alivio para sus dolores que no podía expresar.
Ante mi intuición de que algo no estaba bien, hicimos todos los exámenes hasta descubrir al bichito que ya para esas alturas, le había ocasionado sepsis y ERGE. No dejo de pensar que nada de esto hubiese ocurrido si la hubiese parido. Si hubiese hecho vales mis derechos y los de ella.
Para mí no existe cesárea respetada. Esta intervención es una violación de los derechos del niño. A menos, claro está, que su vida corra verdadero peligro. Acá les dejo este conmovedor video, publicado por @powerleslie en Twitter: http://www.youtube.com/watch?v=PKGxogICO9k
Ojalá todas las cesáreas se llevaran a cabo de la forma que explica este vídeo al final. Y ojalá acaben las cesáreas innecesarias. Como se narra en el vídeo citado. "La cesárea es una práctica de países sub-desarrollados".
Estoy muy agradecida de que mi hija logró superar la sepsis, y hoy es una princesa de año y medio que juega feliz. La única huella que nos ha dejado esta amarga experiencia, es un leve retraso a nivel motor y en el habla. Que no es nada comparado con lo que pudo ser.
El próximo mito a derrumbar por nuestra familia es la viabilidad del parto después de una cesárea. Claro que se puede!!. Espero encontrar profesionales de la salud que se decidan a acompañarnos en esta aventura, ya les contaré.